Ayer sábado día 31 de enero de 2015, La Coral de La Puebla del Río tuvo la
dicha de cantarle a la
Venerada Madre de Dios y Nuestra, Santísima Virgen del Rocío, en la Vigilia de la Presentación de Jesús
en el Templo, en la Fiesta
de la Luz.
Donde en el nido
dorado de La Blanca Paloma,
en su basílica del Rocío, en la aldea del pueblo de Almonte, tuvimos la suerte
de asistir al acto de entrega del título de filial a las dos nuevas
hermandades: Torrejón de Ardoz y de nuestro vecino pueblo aljarafeño de Salteras.
Con estas dos nuevas
hermandades, son ya ciento diez las que harán, Dios
mediante, este año el camino para encontrase
con la Divina Pastora,
en este bendito año 2015.
Y como otros años, sobrepasarán el millón de
personas, las que peregrinaran hacia el sur de España, a Andalucía; en la
provincia de Huelva; a ese rinconcito del Cielo, en el pueblo de Almonte; a la
aldea del Rocío.
Y todo este
caminar, aceptando las privaciones de la comodidad que nos ofrece nuestra
sociedad actual; este gustoso sacrificio es realizado para entrar en:
Su ermita.
En su casa.
En su basílica.
En el nido de la Blanca Paloma.
Nuestra Santa.
Querida.
Venerada.
Adorada.
Amada.
Madre de Dios.
Madre Nuestra.
Por siempre.
¡Virgen Santa del
Rocío!
“No quiero ni un
solo instante,
pienses me olvido de ti,
pues siempre
bendita madre
tu recuerdo anida
en mí,
por la mañana y
la noche
mis rezos son
para ti”.
Sí, queridos amigos, ayer sábado día 31 de
enero de 2015, esta agrupación de aficionados, enamorados de la Obra de Nuestro Señor y su
Santísima Madre, soñábamos con este día mágico, único irrepetible: nada más y
nada menos, que cantarle al La
Virgen del Rocío y a su Divino Hijo, el Pastorcito Divino. Íbamos
con una carga de ilusión desde La
Puebla del Río, nuestro querido pueblo, a ofrecerles nuestro
amor hecho canciones, a poner con nuestras humildes voces, ramilletes de flores
hechas melodías, a los pies de Nuestra Madre, La Blanca Paloma, esa
Señora, que nada más asomar al pórtico de su Basílica, nuestros ojos se inundan
en lágrimas, embargados por la emoción del momento ¿por qué? Ese milagro o
misterio, no lo ha sabido descifrar ningún historiador, lo cierto es, que si
llegamos ilusionados, volvimos enamorados, pensando en que tal vez algún otro
año nos llamen, para volver de nuevo más ilusionados si cabe y con mejores
voces, porque la gripe ha hecho estragos en nuestras filas y cuatro de nuestros
mejores componentes, no han podido participar de tan bella función religiosa.
Estos actos son
tan emocionantes, que más que la razón los mueve el corazón, son sentimientos
tan profundos, que el raciocinio humano no llega a asimilarlos. Eruditos
historiadores han intentado explicar el fenómeno “fe”, y no han podido más que
dar una explicación más o menos acertada, pero no han podido llegar,
desentrañar el meollo del que hablamos.
Hace unos cincuenta años, vino a regir la
diócesis de Huelva, el obispo, García Lahiguera. Hombre del norte, nacido en
tierras de Navarra, que había vivido cerca de cincuenta años en Madrid y, según
confesión propia, había sido testigo de muchas manifestaciones religiosas,
entre ellas las grandiosas de Roma: beatificaciones, canonizaciones,
proclamación del Dogma de la
Asunción, Concilio Vaticano II, etc.
Pues este varón, maduro y adusto, se vio
pronto envuelto por la pasión del Rocío, se convirtió en un pastor romero y
llegó a afirmar, que no es posible establecer comparaciones con otras
manifestaciones religiosas populares, ni con ninguna expresión devota multitudinaria
de otros pueblos. Y no porque las comparaciones pudieran resultar odiosas, sino
por lo singular, distinto y específico de la devoción andaluza a la Virgen del Rocío.
En este sentido, el
Rocío, entendido como tal, es el conjunto de elementos que integran el fenómeno
devoto, es algo específicamente distinto en su género de manifestación de fe y
algo singular y único, en su especie de amor, a la Santísima Virgen.
Porque la Virgen
del Rocío (escribió monseñor García Lahiguera), hace milagros de espíritu,
mientras oye las sevillanas que le cantan y los piropos que le dedican sus
hijos.
Quizás aquel obispo de Huelva, se aproximó
como nadie, a la definición del Rocío, al afirmar que es una fuerza inmensa.
Es posible que tal fenómeno, único,
incomparable, distinto e insuperable, nazca de la fecundísima fuente de energía
sentimental que brota de las llamas, que sobre las cabezas de los andaluces, y
de todos los romeros que se acercan al Primer Pentecostés: el de la Blanca Paloma.
El Rocío es fuerza, es poder, es
dinamismo, es luz, es calor, es vida, es llamarada que inflama las almas. Por
eso, de cualquier corazón enamorado de La Blanca Paloma, brotan los
versos espontáneamente, aunque sean así de sencillos, humildes y directos:
Quisiera ser el santo palio
que protege a tu persona
de la inclemencia del tiempo
del rocío de la aurora.
Quisiera ser el costero
en que gravita tu peso
para sentir en mi nuca
tu carga al igual que un beso.
Quisiera hacer de varal
para acompañar tu paso
y hacerte de fiel guardián
envejeciendo a tu lado.
Quisiera ser el rostrillo
que te acaricia a diario
y besar suavemente
tus santos rizos dorados.
Quisiera ser para ti
el estandarte y guión
que acompañan tu camino
cuando por las arenas sales
escoltada por los pinos.
Con cariño para la Coral de La Puebla del Río.
Paco Otilio
La Puebla
del Río, a 2 de febrero de 2015