La semana pasada, día 4 de junio, como en
años anteriores, la Coral de La Puebla del Río fue invitada por la Hermandad Sacramental,
a participar en el cortejo de su magna procesión.
Probablemente, en algunos pueblos de la
geografía española existan hermandades de características parecidas a la de La
Puebla del Río, pero muy difícilmente estén a la altura de su perfección, tanto
en la organización como en el respeto y sentimientos demostrados por sus, no ya
feligreses (los cigarreros), sino por propios y extraños (nativos y
visitantes).
Describir el desfile procesional, su
cortejo, a los espectadores que desde horas antes de la procesión se van
situando a lo largo de sus hermosa calle Larga, visitando sus monumentos
(altares levantados en algunas casas para realzar la hermosura de las calles
engalanadas como manifestación de profunda devoción o fe al Santísimo),
solamente se puede calificar de excepcional, lo que motiva que año tras año, la
perfección de esta extraordinaria procesión sea cada vez más exigente, si ello
es posible, porque hoy en día roza la perfección; téngase en cuenta, que
solamente en nombrar a las hermandades, estandartes de las mismas, séquito:
autoridades civiles y militares, las señoras de mantilla (que tanto realce le
da a la procesión, poniendo esa nota de tradición española), niños y niñas de
comunión, Coral de La Puebla del Río (que pusieron el alma en cada canción,
entonada con un sentimiento de complicidad espiritual que emanaban del incienso
y el romero tan primorosamente depositado en sus bellas calles engalanadas para
este día único e incomparable), palio para cobijar, en este caso, al Vicario
Sur Episcopal de Sevilla, y, por último, a la Custodia del Santísimo Cuerpo de
Cristo Nuestro Señor, se invirtieron alrededor de veinte minutos, teniendo que
ir a contra reloj los hermanos de la Hermandad Sacramental, porque de siete a
nueve y media de la tarde, aproximadamente, se tiene que volver a recoger en su
templo, no dando tiempo lamentablemente, para contemplar tanta belleza ni para
poder disfrutar de tan hermoso momento.
¡Qué efímero!
¡Qué fugaz!
¡Dios mío! ¿Cómo es posible que pase el
tiempo tan rápido?
Sí, se fue ese día tan esperado.
Nuevamente volvimos a lo gris de lo
cotidiano. Ya solamente nos queda la reflexión de tan inefable día.
Pero, ¿qué son las procesiones?
¿Por qué se hacen y que representan?
Las procesiones como rito religioso, es
decir, como una manifestación de culto público a la divinidad, se encuentra en
todas los pueblos y religiones. Como acto de culto se celebraban también en el
Antiguo Testamento. La Iglesia ha adoptado e incorporado esa tradición
religiosa, natural y espontánea al culto cristiano, depurándola y reservándola
para algunas ocasiones especiales.
En el Código de derecho Canónico se
encuentra una especie de definición:
“Bajo el nombre de sagradas procesiones se
da a entender las solemnes rogativas que hace el pueblo fiel, conducido por el
clero, yendo de un lugar sagrado a otro lugar sagrado, para promover la
devoción de los fieles, para conmemorar los beneficios de Dios y darle gracias
por ello, o para implorar el auxilio divino” (canon 1290,1).
Las procesiones de los cultos paganos
eran, en general, muy frecuentadas. Se daban tanto en las religiones
mistéricas, como en las religiones étnico-políticas o nacionales.
En el Antiguo Testamento, al menos una
docena de salmos hacen referencia a una procesión o peregrinación. También
puede ver: 2 Samuel: 6,11 y 1 Crónicas 16, donde se describen solemnes pompas con
cantos de salmos y gran júbilo del pueblo, que celebraban el traslado del Arca,
y también 1 Reyes 8 y 2 Crónicas 5.
Los Judíos realizaban procesiones para
Pascua, Pentecostés y para las fiesta de los Tabernáculos, y se dirigían a
Jerusalén.
En los primeros siglos de la era cristiana, fue muy común ver reunidos a los cristianos, aun en tiempos de persecución, para llevar en procesión a los cuerpos de los mártires hasta el lugar de su sepulcro; así lo cuentan las Actas de los martirios de S. Cipriano y de otros muchos santos.
Pronto los fieles comenzaron a acudir en
peregrinación a visitar los lugares santos: Belén, Jerusalén, etc. (Hay
testimonios explícitos ya en el siglo III). Y también acudían de diversas
partes a visitar, en Roma, los sepulcros de S. Pedro y S. Pablo, y los
cementerios de los mártires; en Asia menor, el de Santa Tecla; en Nola, el de
S. Félix; y así un sin fin de lugares más.
Tras la paz de Constantino surgieron otras
formas procesionales. En Roma las procesiones de las “Estaciones” donde el Papa
celebraba la liturgia de las grandes solemnidades.
En Jerusalén, la peregrina Etería hablaba
de cómo la comunidad, los días señalados (como el domingo de Ramos, por
ejemplo), marchaba en procesión a uno de los Lugares Santos (Calvario, Monte de
los Olivos, etc.), para conmemorar un acontecimiento de la salvación y celebrar
después la Eucaristía. Y así hay un sin número de testimonios de los primeros
siglos cristianos de la costumbre de celebrar procesiones.
Pero la nuestra… La procesión del Corpus…
No se puede definir de forma más
sencilla y entrañable, como la definió el niño sentadito en su poyete: Mi Corpus de
siempre. . .
Fiestas del Corpus Glorioso
que cada año nos devuelves
con la cruz del sacrificio
la esperanza de los fieles.
Y para hacer más glorioso
este paseo por las calles
el pueblo alfombra tu paso
con bello romero verde.
El niño con su ilusión
sentadito en su poyete
viendo el camión del romero
grita a su madre ¡ya viene!
Pero antes de ese momento,
se preparan los enseres,
las brochas, los cubos viejos,
para encalar las paredes.
Las casas son como enfermos
que tienen heridas leves,
que la lluvia del invierno
filtró en sus viejas paredes.
Se reparan desconchados
que cicatrices parecen,
y a las azoteas y patios
el brillo se las devuelve.
Mientras se afanan en hacerlo
se arrinconan los colchones,
y se cubren con un lienzo
para evitar que se manchen.
Se amontonan trapos viejos,
estropajos en los rincones,
se pinta hasta el fregadero
y se forran los cajones.
Huele a lejía y jabón
y en el patio hay nuevas flores,
a claveles y a geranios,
porque ya se acerca el jueves.
Todo se pinta de nuevo,
huele a pintura de siempre,
las calles son un hervidero,
Pepillo, el Chispa y los Fabres.
Qué días tan señalados
¡cuántos recuerdos me traen!
ver de nuevo ese romero
que va alfombrando las calles.
Y ya en ese día del Corpus,
cuando el pueblo resplandece
y van pisando romero
los ángeles por la tarde.
Ellas con sus trajes blancos
y ellos irán de almirante,
algunos marineritos,
otros con ropa de calle.
Y las ramas de romero
se trillarán con los pies,
esa alfombra que formaron
los tallos al reverdecer.
Y cuando la procesión
ya se recoja en el porche,
mi alma se elevará al cielo
con los últimos cohetes.
Y evocaré los recuerdos
de aquellos queridos seres
que se marcharon al cielo
y siempre los tengo presentes.
Con lo que ellos disfrutaron
en esas calles de siempre,
viendo primero a sus hijos,
luego a sus nietos ya hombres.
Dios los acoja en el cielo,
él a su lado los siente,
y me guarde un rinconcillo
para el día que yo llegue.
Y cuando haya terminado
todo en la noche del jueves
y recoja el camionero
los despojos de ese jueves.
Se llevará entre sus tallos
una carga de ilusiones,
y otra vez estaré de nuevo
esperando un nuevo jueves.
Y siempre seré ese niño
sentadito en el poyete,
y aunque ella se haya ido
le gritaré que ¡Ya viene!
Dedicada con cariño a tod@s los que en el día del Corpus nos sentimos niños.
La Puebla del Río, Corpus del 2015
Fiestas del Corpus Glorioso
que cada año nos devuelves
con la cruz del sacrificio
la esperanza de los fieles.
Y para hacer más glorioso
este paseo por las calles
el pueblo alfombra tu paso
con bello romero verde.
El niño con su ilusión
sentadito en su poyete
viendo el camión del romero
grita a su madre ¡ya viene!
Pero antes de ese momento,
se preparan los enseres,
las brochas, los cubos viejos,
para encalar las paredes.
Las casas son como enfermos
que tienen heridas leves,
que la lluvia del invierno
filtró en sus viejas paredes.
Se reparan desconchados
que cicatrices parecen,
y a las azoteas y patios
el brillo se las devuelve.
Mientras se afanan en hacerlo
se arrinconan los colchones,
y se cubren con un lienzo
para evitar que se manchen.
Se amontonan trapos viejos,
estropajos en los rincones,
se pinta hasta el fregadero
y se forran los cajones.
Huele a lejía y jabón
y en el patio hay nuevas flores,
a claveles y a geranios,
porque ya se acerca el jueves.
Todo se pinta de nuevo,
huele a pintura de siempre,
las calles son un hervidero,
Pepillo, el Chispa y los Fabres.
Qué días tan señalados
¡cuántos recuerdos me traen!
ver de nuevo ese romero
que va alfombrando las calles.
Y ya en ese día del Corpus,
cuando el pueblo resplandece
y van pisando romero
los ángeles por la tarde.
Ellas con sus trajes blancos
y ellos irán de almirante,
algunos marineritos,
otros con ropa de calle.
Y las ramas de romero
se trillarán con los pies,
esa alfombra que formaron
los tallos al reverdecer.
Y cuando la procesión
ya se recoja en el porche,
mi alma se elevará al cielo
con los últimos cohetes.
Y evocaré los recuerdos
de aquellos queridos seres
que se marcharon al cielo
y siempre los tengo presentes.
Con lo que ellos disfrutaron
en esas calles de siempre,
viendo primero a sus hijos,
luego a sus nietos ya hombres.
Dios los acoja en el cielo,
él a su lado los siente,
y me guarde un rinconcillo
para el día que yo llegue.
Y cuando haya terminado
todo en la noche del jueves
y recoja el camionero
los despojos de ese jueves.
Se llevará entre sus tallos
una carga de ilusiones,
y otra vez estaré de nuevo
esperando un nuevo jueves.
Y siempre seré ese niño
sentadito en el poyete,
y aunque ella se haya ido
le gritaré que ¡Ya viene!
Dedicada con cariño a tod@s los que en el día del Corpus nos sentimos niños.
La Puebla del Río, Corpus del 2015