lunes, 2 de febrero de 2015

LA CORAL DE LA PUEBLA DEL RÍO EN LA FIESTA DE LA LUZ: "LA CANDELARIA", EN EL SANTUARIO DE Nª Sª DEL ROCÍO



 





     Ayer sábado día 31 de enero de 2015, La Coral de La Puebla del Río tuvo la dicha de cantarle a la Venerada Madre de Dios y Nuestra, Santísima Virgen del Rocío, en la Vigilia de la Presentación de Jesús en el Templo, en la Fiesta de la Luz.

     Donde en el nido dorado de La Blanca Paloma, en su basílica del Rocío, en la aldea del pueblo de Almonte, tuvimos la suerte de asistir al acto de entrega del título de filial a las dos nuevas hermandades: Torrejón de Ardoz y de nuestro vecino pueblo aljarafeño de Salteras.

     Con estas dos nuevas hermandades, son ya ciento diez las que harán, Dios mediante, este año el camino para  encontrase con la Divina Pastora, en este bendito año 2015.

      Y como otros años, sobrepasarán el millón de personas, las que peregrinaran hacia el sur de España, a Andalucía; en la provincia de Huelva; a ese rinconcito del Cielo, en el pueblo de Almonte; a la aldea del Rocío.

     Y todo este caminar, aceptando las privaciones de la comodidad que nos ofrece nuestra sociedad actual; este gustoso sacrificio es realizado para entrar en:

Su ermita.
En su casa.
En su basílica.
En el nido de la Blanca Paloma.
Nuestra Santa.
Querida.
Venerada.
Adorada.
Amada.
Madre de Dios.
Madre Nuestra.
Por siempre.

¡Virgen Santa del Rocío!

“No quiero ni un solo instante,
 pienses me olvido de ti,
pues siempre bendita madre
tu recuerdo anida en mí,
por la mañana y la noche
mis rezos son para ti”.

     Sí, queridos amigos, ayer sábado día 31 de enero de 2015, esta agrupación de aficionados, enamorados de la Obra de Nuestro Señor y su Santísima Madre, soñábamos con este día mágico, único irrepetible: nada más y nada menos, que cantarle al La Virgen del Rocío y a su Divino Hijo, el Pastorcito Divino. Íbamos con una carga de ilusión desde La Puebla del Río, nuestro querido pueblo, a ofrecerles nuestro amor hecho canciones, a poner con nuestras humildes voces, ramilletes de flores hechas melodías, a los pies de Nuestra Madre, La Blanca Paloma, esa Señora, que nada más asomar al pórtico de su Basílica, nuestros ojos se inundan en lágrimas, embargados por la emoción del momento ¿por qué? Ese milagro o misterio, no lo ha sabido descifrar ningún historiador, lo cierto es, que si llegamos ilusionados, volvimos enamorados, pensando en que tal vez algún otro año nos llamen, para volver de nuevo más ilusionados si cabe y con mejores voces, porque la gripe ha hecho estragos en nuestras filas y cuatro de nuestros mejores componentes, no han podido participar de tan bella función religiosa.

     Estos actos son tan emocionantes, que más que la razón los mueve el corazón, son sentimientos tan profundos, que el raciocinio humano no llega a asimilarlos. Eruditos historiadores han intentado explicar el fenómeno “fe”, y no han podido más que dar una explicación más o menos acertada, pero no han podido llegar, desentrañar el meollo del que hablamos.

     Hace unos cincuenta años, vino a regir la diócesis de Huelva, el obispo, García Lahiguera. Hombre del norte, nacido en tierras de Navarra, que había vivido cerca de cincuenta años en Madrid y, según confesión propia, había sido testigo de muchas manifestaciones religiosas, entre ellas las grandiosas de Roma: beatificaciones, canonizaciones, proclamación del Dogma de la Asunción, Concilio Vaticano II, etc.

     Pues este varón, maduro y adusto, se vio pronto envuelto por la pasión del Rocío, se convirtió en un pastor romero y llegó a afirmar, que no es posible establecer comparaciones con otras manifestaciones religiosas populares, ni con ninguna expresión devota multitudinaria de otros pueblos. Y no porque las comparaciones pudieran resultar odiosas, sino por lo singular, distinto y específico de la devoción  andaluza a la Virgen del Rocío.
    
     En este sentido, el Rocío, entendido como tal, es el conjunto de elementos que integran el fenómeno devoto, es algo específicamente distinto en su género de manifestación de fe y algo singular y único, en su especie de amor, a la Santísima Virgen. Porque la Virgen del Rocío (escribió monseñor García Lahiguera), hace milagros de espíritu, mientras oye las sevillanas que le cantan y los piropos que le dedican sus hijos.

     Quizás aquel obispo de Huelva, se aproximó como nadie, a la definición del Rocío, al afirmar que es una fuerza inmensa.

     Es posible que tal fenómeno, único, incomparable, distinto e insuperable, nazca de la fecundísima fuente de energía sentimental que brota de las llamas, que sobre las cabezas de los andaluces, y de todos los romeros que se acercan al Primer Pentecostés: el de la Blanca Paloma.

     El Rocío es fuerza, es poder, es dinamismo, es luz, es calor, es vida, es llamarada que inflama las almas. Por eso, de cualquier corazón enamorado de La Blanca Paloma, brotan los versos espontáneamente, aunque sean así de sencillos, humildes  y directos:



Quisiera ser el santo palio
que protege a tu persona
de la inclemencia del tiempo
del rocío de la aurora.

Quisiera ser el costero
en que gravita tu peso
para sentir en mi nuca
tu carga al igual que un beso.

Quisiera hacer de varal
para acompañar tu paso
y hacerte de fiel guardián
envejeciendo a tu lado.

                                             
                                                Quisiera ser el rostrillo
                                                que te acaricia a diario
                                                 y besar suavemente
                                                 tus santos rizos dorados.

                                                 Quisiera ser para ti
                                                  el estandarte y guión
                                                 que acompañan tu camino
                                                 cuando por las arenas sales
                                                  escoltada por los pinos.


       
                                   
  Con cariño para la Coral de La Puebla del Río.                                                           
  Paco Otilio
                                                               
 La Puebla del Río, a 2 de febrero de 2015